lunes, 10 de agosto de 2009

Casada con Laura -. Cuento erótico de Ana von Rebeur

No sé qué historia te va contar ella. Pero yo prefiero decirte la verdad.
Yo a Laura la sigo queriendo como el primer día. De hecho, creo que es la única mujer que quise de verdad. Tuvimos la enorme suerte de ser primero amigas y después pareja. Está bien que le hice una trampita, pero fue por amor. Ella no lo entendió así, y se puso paranoica, pensando que me pasaría la vida engañándola. Si te dijo que yo le mentí cuando le dije que era la primera mujer en mi vida, es cierto. Le mentí. Pero le mentí sabiendo que le encantaría pensar eso. Le mentí como quien da un regalo. Después de todo, todos los regalos son mentira. Un pañuelo es un cacho de tela, un libro es papeles, los bombones, por bien envueltos que estén, son chocolate con formitas. El acto de dar es lo que adorna. Bueno, yo le di esa mentira. Cambié el orden de los acontecimientos, si querés. Yo hubiera querido que ella fuese la primera., y así actué, como borrando todo lo anterior. Y fingí, para darle un gusto, qué se yo.
Laura es una mina grande, de experiencia, pero muy insegura. Creo que los años le caen fatal. Cree que porque soy más joven la voy a dejar por otra. Pero si yo estoy bien con ella, ¿por qué otra la voy a dejar? ¿Que más quiero yo que lo nuestro dure para siempre?
Yo nunca me tomé este tema de las relaciones muy en serio.
Primero, porque no me gustaba ningún chico. Ni pensaba en sexo. Solo quería tener amigos. Supongo que habré tenido un despertar sexual tardío. Después me di cuenta de que ciertas chicas sabían más de mí que lo que yo misma sabía. Yo les gustaba. Y gustar siempre es bueno. Eso me halagaba. A mi, que siempre me consideraron medio rea y rebelde, que me miraran con dulzura y me trataran bien, me resultaba muy nuevo, muy agradable .Y si una mina linda se fija en vos, te trata bien y te mima, tanto mejor. No me iba a resistir .Me dejé querer. Nos hacíamos amigas intimas. Y si ellas querían tocarme, yo las dejaba. Después, me copiaba de lo que ellas me hacían, para tratarlas igual. La verdad es que la pasé bien. ¿Viste que parezco mucho más chica de lo que soy? Bueno, creo que las chicas medio como que me adoptaban, más como hija que como amante. Muchos mimos, pero nada de “amor de mi vida”, nada de eso. Por eso Laura no tendría que angustiarse pensando en mi pasado. Yo me sentía virgen hasta que la conocí. Sólo cuando la conocí a ella, tan mujerzota, tan impactante, sentí reales deseos por una mujer, ganas de que fuera solo mía, ganas de voltearla, como quien dice. Decime si no tiene una boca como para mordérsela todo el día. Y unos ojos redulces.
Lo nuestro siempre anduvo muy bien, salvo por sus celos, Yo nunca pensé en serle infiel. No es culpa mía que las minas me miren. Será porque soy rara, qué se yo. Pero yo la elijo a Laura, y la volvería a elegir mil veces. No sé como explicarte que entre nosotras no hay problemas. Nos llevamos realmente bien. Tenemos los mismos gustos, los mismos ritmos, las mismas locuras. Decime qué mina se banca que la pases a buscar con un bolsito al trabajo y le digas “nos vamos a las Cataratas”, te diga que sí y largue todo. Decime con qué mina podés decidir pintar toda la casa de violeta y que no se queje. Decime con qué mina podés amasar ñoquis de calabaza toda una tarde y cagarte de risa porque llenaste todo de harina. Y con qué mujer podés pasarte un fin de semana mirando películas antiguas de Bela Lugosi, y que no diga que sos un plomo .Con Laura la paso bien en cualquier parte. Haciendo un picnic en la plaza, chusmeando en anticuarios, y hasta mirando llover en un café. La pasamos bien hasta en el hospital cuando su tía estuvo internada. Somos tan locas por los bichos que a veces pasamos un sábado entero recorriendo veterinarias, para mirar cachorritos y pececitos de colores. Otra te saca rajando con ese plan. Hasta estábamos por comprar un perro que nos haga de hijo. Y después, quién sabe, tal vez nos poníamos a buscar un bebé. Yo no me veo como madre ni a palos, pese a que soy la que tienen mejor edad de quedar embarazada. Yo le digo que tendría que ser ella la que quede embarazada, que es tan tierna, blandita y mamota. Y ella no quiere, tiene miedo del parto. Ves, ese si es un tema fuerte a resolver que nos quedó pendiente. Y si eso se habló es porque lo nuestro era auténtico y serio. Qué tema que una no calcula al ponerse de novia, ¿ no? ¡Una no puede ponerse a hablar de quién de las dos va a quedar embarazada cuando recién conoce una mina! Ni siquiera sabés si te vas a llevar bien, qué vas a hablar de hijos.
Fue una maravilla como nos repartimos los roles. Yo hacía todo lo de fuerza bruta porque flaca como me ves, te levanto un camión. Y ella hacía todo lo delicado y minucioso: coser, cocinar, decorar, porque es mucho más obsesiva que yo. Si yo me pongo a bailar por el living y ella después agarra el secador con el trapo y limpia todo, porque dice que no sabe donde me meto, que siempre vengo con tierra en los zapatos. Así que, como ves, nuestros roles van cambiando. Somos una pareja democrática. ¿O tengo que decir que lo fuimos?
Qué tristeza, dios mío. Es una pena que ella ya no confíe en mí. Por una mentira la primera vez, no significa que todo el resto haya sido mentira. Yo no fingí estar bien con ella. Estaba bien. Me encantaba estar casada con Laura. No me imagino conviviendo con otra persona, ni volviendo a lo de mis viejos, que no la podían ni ver. Yo me hice la sorprendida esa primera noche con ella, porque soy actriz. Y me salió bien. Y estaba chocha de que me saliera tan bien como para que ella, tan perceptiva, se lo creyera. Significa que soy buena actriz, ¿no? No me mires así. Ya entendí. Significa que soy buena pelotuda.
Y ahora, además, Laura se enteró de mi historia con Rocío. Y no se la pude negar. Que pasó, pasó, pero hace siglos. ¿Para qué le iba a contar, con lo celosa que es? Por no haberle contado, empezó a pensar que tuve una historia con cada mina que le mencioné alguna vez. ¿Cuándo voy a meterle los cuernos, si voy del trabajo a casa y de casa al trabajo? ¿Cuando iba a estar con otra, si cuando tenía un rato libre la pasaba a buscar por la oficina para ir a almorzar juntas? Yo sé que ella es franca y transparente y no tolera el engaño. Pero esa vez que le dije que era mi primera vez., lo hice como jugando. Ni siquiera la conocía, todavía. No quería estafarla, como dice ella. Lo hice de pendeja. Si podés, decíselo, por favor..
Vos pensarás que estoy chocha de que me haya dado una patada en el culo, de estar libre y soltera otra vez .No sé por qué todos piensan eso. Doy un look de loquita, nada más, por esto del pelo fucsia. Pero así como parezco liberada y zarpada, soy muy conservadora. No me interesa la noche ni el reviente. Está muy difícil eso de encontrar… no digamos una novia, sino una amiga de confianza. La gente se tiene miedo. Más en el ambiente gay. De entrada, no hay mucho para elegir. Tenés las que te quieren para una noche, o las que se te cuelgan del cuello sin importarles que vos te enamores o no. Ahora hay una nueva especie: las que quieren probar con una mina para ratonear al novio. Son las peores. Hacen papelones sin parar. Patéticas.
Esto antes no pasaba. Ahora estamos todos muy liberados, pero el precio de tanta libertad lo estamos pagando bien caro. Antes Virginia Wolf se enamoraba de Vita Sackville West porque Vita era bella y brillante. Ahora tenés que enganchar lo primero que salga de la bolsa de papas. Esto de salir de levante se está pareciendo a un deporte, no una búsqueda de conocer personas reales. Las revistas hablan de eso, los libros hablan de eso, la moda habla de eso, Parecemos obsesionados con el sexo y el amor, buscando pareja donde a nadie le importa realmente conocer al otro. Encima, salir con alguien es caro. Tenés que gastar celu con una desconocida, mailearle, invitarla con un trago, un cine, un taxi, un telo. Cuando te querés acordar, te gastaste 100 mangos en una boluda que sólo habla de sus traumas de la infancia y de zapatos. No, si esa ya la viví y me aburrí como loca. No me gusta ir de levante. Es creer que el amor es pedirle a una perfecta desconocida que haga realidad tus más íntimos deseos. Una locura. No puede haber peor preparación para el amor y el matrimonio que esta búsqueda idiota por la pareja perfecta. ¿Acaso alguien va a ser perfecta porque me gusta como le cae el pelo en la cara? ¿Va a ser buena conmigo porque tiene buenas gomas? ¿Va a estimularme intelectualmente porque tiene todos los dientes bien alineados? ¿Se cree que me voy a enamorar de ella porque se viste como un macho? ¿Como encontrás a tu amor en un bar? Y, lo que es peor: ¿Por qué va una mina a un bar un jueves a la noche? ¿No labura, no estudia? ¿O piensa conocer a una borracha como ella, con quien compartir noches de vino y cirrosis?
Decile a Laura lo que te estoy diciendo. Decile que no me interesa estar sin ella. Que no me gusta salir de levante. Es un plomo. Si yo quisiera encontrar una compañía que valga la pena para parar de salir de levante, tendría que salir tres veces más para poder encontrar a alguien. La gente te entra por los ojos. Y digamos la verdad: no todas son lindas. Yo me paro ahí y miro, y me parece que eligieron ser gays porque nacieron con narices torcidas, cejas peludas y patas cortas. Convengamos que la mayoría de la gente es fea, y que los ojos en un bar solo ven los defectos. Yo no puedo saber si una petisa es ingeniera, forra, mística o una diosa en la cama. Entonces, para poder descubrir el valor debajo de un aspecto fulero, yo tendría que circular más, ir a más bares. Que es lo que más me revienta.
Creo que todas deberíamos dejar de salir de levante. Pero no podemos, porque la única manera de parar eso es conocer a alguien. Y para conocer a alguien hay que salir más, primero para conocer una mina y después para descubrir que hay debajo de su nariz torcida, porque tal vez es un tesoro. Encima, capaz que una sale veinte veces con la misma y estás bárbaro, y a la veintiuno se manda un moco de los que te hacen ver que la idealizaste, que te creías que ella era como querías que fuera. Pero no. Ella es como es. Si yo salgo ahora de levante, aunque sea sin ganas, voy a querer que todas sean como Laura, y eso es injusto para todas. Pobres minas, qué saben ellas de Laura y de su manera de hacer el café con maquinita a presión, y de cómo corta los pimpollos del balcón uno a uno, y de cómo se pasa crema por las manos. ¿Por qué le voy a pedir a una mina que le gusta la cumbia que disfrute viendo seis veces la misma película de Alain Resnais? ¿Qué culpa tiene de que me reviente que me sirvan café instantáneo? La única solución para prescindir de Laura sería que yo me adaptara a la cumbia o a comer sushi sin chistar, y no es lo que quiero. Quiero ser lo más parecida a mi misma. Bastante que una se adapta con eso de tener que salir de noche cuando te caés de sueño. No quiero salir más de levante. Y tampoco voy a volver a salir con Rocío. Ni con Elvira ni con Anahí, porque ya estuve con ellas y salí rajando. Ya sé de qué se trata. Eso es historia antigua .Cero cenizas donde hubo fuego, cero curiosidad. Decile a Laura esto.
Ni aunque quisiera, podría cambiar a Laura por otra. No tendría con quién., en parte porque Laura es única y en parte porque no hay minas. Esto no se lo vayas a decir. No entiendo por qué hay tan pocas lesbis en el mundo, si todo conspira para que una mujer sea lesbiana. Nuestro primero amor para todas, fue una mujer : mamá . Crecimos obsesionadas con sus tetas durante todo nuestro primer año de vida. En la tele y las revistas hay solo minas en bolas, provocando. Papá no nos dio ni pelota. Los hombres son toscos, y desprecian a las mujeres. Y lo primero que nos enseñaron a cantar es un himno lésbico: “Arroz con leche, me quiero casar con una señorita de San Nicolás. Yo soy la viudita del barrio de rey, me quiero casar y no sé con quién. Con esta sí , con esta no, con esta señorita me caso yo.” Y yo me caso con Laura. Aunque sea, para no tener que salir nunca más de levante en la vida. Ojo, no le vayas a contar que te dije eso.
La única forma de no tener que salir de levante es enamorarse. Y yo ya estoy enamorada de Laura. Es cierto que ya no es la cosa loca de los primeros tiempos, de desnudarnos en la cocina. Como en toda relación larga, llegamos a un punto en que no nos tiemblan las rodillas al vernos, pero nos gusta escuchar la voz de la otra en el teléfono. Más bien lo nuestro es una amistad con sexo. Y me encanta que así sea. Le saca la histeria al tema. Le saca la obligación de estar siempre cachondas. Vamos, seamos realistas, después de los 21, una no está siempre cachonda, A veces tenés más ganas de alquilar una linda película. Yo me alegro cuando Lauri llega, ella se alegra cuando yo llego. Ella sabe que la estoy esperando en casa y yo sé que ella me espera. A veces también me alegro cuando sale, y ella seguro se alegra de que me vaya y la deje un rato en paz, con la casa para ella sola. Cuando le digo esto se enoja, se cree que ya no la amo. Y no es así.
Por ejemplo, cuando pienso qué haría por ella que no haría por nadie más, yo creo que le donaría el hígado, un riñón o mi médula, si los necesitara y fueran tejidos compatibles. Quisiera que herede mis cosas. Quisiera criar un chico con ella, que alguien entre a disfrutar la buena onda que nos une. Quisiera conocer Egipto con ella. Y sólo con ella. Quisiera encontrar alguna loción que impida que se le caiga el pelo, con tal de no verla preocupada por eso. Quisiera conseguirle zapatos lindos y cómodos. Porque todos los zapatos lindos le resultan incómodos. Y crema chantilly que no engorde.
Quisiera que sus rosas trepadoras en el balcón se llenen de capullos todo el año, porque eso la alegra muchísimo. Quisiera que saquen el locutorio de abajo y en su lugar pongan una panadería, porque ella adora el olor a pan recién hecho. Quisiera aprender francés, porque a ella le encanta como suena. No seas loca, no anotes esto, que son tonterías que se me ocurren ahora. No estoy llorando, es una basurita que me encontró en el ojo. Si, si… también quisiera llorar con Laura. Y pedirle perdón por la cagada que me mandé aquella primera vez. Y decirle que la quiero, porque es cierto que no se lo digo todo lo que ella querría que se lo diga.
Bueno, si me dice que vuelva, que se agarre, porque se lo voy a decir cien veces por día. Se va a hartar de escucharlo.
Pero si ella no me quiere ver más, yo voy a quedarme acá con vos hasta que me eches. O hasta que encuentre algún departamento cerca de lo de Laura, así la veo por la calle, por lo menos. No me interesa conocer a nadie más. Moriré sola en mi departamento, ya anciana, arrugada, hecha mierda, apretando la foto de Lauri a mi pecho. Los vecinos lo sabrán porque llamarán a la policía avisando que sale mal olor del tercero “C”. Les va a costar reconocerme, porque el perro me habrá comido la cara. Eso sí, decíselo, que le va impresionar. Ja, si me la enganché a Lauri con una mentira, capaz que ahora la recupero con una culpa… ¿No te parece?

Cómo enamorar a la chica de tus sueños


Cómo enamorar a la chica de tus sueños
Antes de empezar cualquier catálogo de consejos para que conquistes a la mujer de tu vida, conviene dejar claro que la mejor recomendación que existe es que seas tú mismo. La naturalidad es la cualidad que más debes desarrollar para que tengas éxito en estas lides, por lo que, en realidad, cualquier accesorio más es completamente inútil. Pero no te preocupes, si lo que tú quieres es un decálogo de consejos para que esa chica tan especial caiga a tus pies, sigue leyendo. Poniéndolo en práctica, no dudes que la tendrás en el bote mucho antes de lo que te imaginas.
1.- Limpieza. Lávate, pero, de verdad, no te eches colonia y ya. No. Hay que lavarse en condiciones, para que huelas a limpio y el amor de tu vida no salga espantado por el canto de tus alerones. Hay que dejar claro un asunto: lavarse no es quitarse lo sucio. El toque de colonia, una vez limpito, se vuelve opcional. Toque, repito, no baños ni vahos de after-shave: la repulsión puede darse tanto por exceso como por defecto. Limpio, pero no empalagoso.
2.- Seguridad. Te tienes que meter en la cabeza que eres el chico más interesante y simpático del mundo, aunque, tú y yo lo sabemos, ni te acerques a ese perfil de chico ideal. Repite conmigo: "Soy el mejor y lo voy a conseguir". Quizás así logres engañarla.

3.- Vestuario. Ojo con lo que te pones, que te estoy viendo. No, esa camiseta a rayas naranjas ni es bonita ni está de moda, a no ser que los años 80 vuelvan sin pudor a las pasarelas de España, cosa que dudo. Lo mejor es buscar algo que te haga parecer elegante, pero informal.
4.- Sensibilidad. Como en la limpieza, tampoco te pases en esto. Las poesías de Bécquer o de Juan Ramón Jiménez son el perfecto ejemplo de cómo buscar el fracaso: lo decimonónico en cuanto al estilo no mola en los tiempos que corren. Aun así, disimula un poco de sensibilidad y dulzura en todo lo que haces. Sí, lo importante, como puedes ver, es dejar de lado la testosterona y hacerse con algún kilito de estrógenos.
5.- Dialéctica. Desarrolla tu discurso de tal modo que encandiles con las palabras y escondas el fondo detrás de la forma. Así, tus maquiavélicos planes se verán eclipsados por una maravillosa apariencia de enamorado, que es lo que han practicado a lo largo de los siglos todos los galanes de la historia, como Don Juan, Casanova o Arturo Fernández.
6.- Saber escuchar. O aparentarlo. Lo mejor es poner cara de interesante mientras la chica te cuenta sus batallitas. Es lo que más aprecian las mujeres: un hombre que sepa escuchar y sea buen conversador, porque dos no hablan si uno no quiere.

7.- Detalles. Hay unanimidad en el sector femenino del Rincón del Vago en que lo que más seduce es un hombre detallista, que se fije en ellas, que se acuerde de las fechas señaladas, que las sorprenda con flores... Tampoco te pases y atosigues a piropos a la chica en cuestión. Como en todo, hay que encontrar un término medio.
8.- Educación. Relacionándolo con la sensibilidad, hay ciertos detalles que no se te deben pasar, como tener cuidado con el lenguaje (a no ser que sea ella la que hable como un camionero), con los mecanismos fisiológicos del ser humano, etc.: conviene que olvides cualquier demostración pública de expulsión de gases corporales, por ejemplo.

9.- Originalidad. No seas un seta e innova en tus costumbres. No hagas que la relación se convierta en un monótono suplicio o una aburrida rutina y sorpréndela haciendo algo nuevo. Asimismo, cuando asaltes al ser amado, no se te ocurra decir "¿Estudias o trabajas? En la sección de piropos tienes multitud de ejemplos con los que puedes ser original.
10.- Sinceridad. A pesar de todo lo dicho, olvida las apariencias. Como he señalado al inicio del reportaje, lo principal es que seas tú mismo y que seas sincero; difícil empresa, la verdad. Aun así, inténtalo. Si no le gusta cómo eres en realidad, la frivolidad y los consejos anteriores pueden servir de bien poco. De todas formas, ya sabes que el mar está lleno de peces. Sólo me queda desearte mucha suerte, que es lo que un hombre siempre necesita cuando se adentra en el universo misterioso de la feminidad.

¿Qué mira el hombre en una mujer?


¿Qué mira el hombre en una mujer?
Que los ojos son el espejo del alma es una idea bastante difundida y aceptada. Sin embargo, en el momento de la primera impresión, lo que importa es otra cosa.
Las mujeres tienden a identificar las manos en el sexo opuesto como un elemento erótico. En el caso de los hombres, partes más obvias y sexuales son las elegidas.

Eduardo Pino, sexólogo y urólogo de la clínica Androsex en Santiago de Chile, explica que, dependiendo del ángulo desde el cual se mire el cuerpo femenino, los hombres tienen claras preferencias de los lugares donde posar la vista: en un encuentro de frente, los senos son la primera prioridad; por el anverso, el trasero es la zona predilecta.
No se trata de una disfunción sexual ni de una fijación con ciertas partes del cuerpo, sino de una tendencia que se manifiesta en la mayoría de los varones al momento de mirar a una mujer cualquiera.
Y es que, según afirma el especialista, la primera aproximación masculina siempre tiene un carácter erótico o sexual.
El ideal
Luego que senos, trasero, cara (que comprende ojos, boca y dentadura), piernas y finalmente el conjunto hayan agradado al observador , éste puede considerar que se cumplen las características básicas para despertar el erotismo.
Es entonces cuando el hombre se siente preparado para completar su sueño en un cuerpo que encarna, al menos, un ideal físico.
Esta primera aproximación a la figura femenina se podría considerar como un condicionante biológico, en que tenderíamos a buscar ciertas características que debe tener el cuerpo de la pareja, especifica el sexólogo.
Sin embargo, reconoce que también existen factores aprendidos que se evidencian en hombres que tienen, por ejemplo, tres matrimonios en el cuerpo y cuyas diferentes parejas siguen, más o menos, un mismo perfil.
Si bien se pueden establecer las prioridades que siguen los hombres para apreciar las partes del cuerpo femenino, es claro que cada persona es distinta, por lo que sólo se puede hablar de patrones generales, a los que habitualmente llamamos clichés o estereotipos.
Holísticas y carnales
Según Pino, el estereotipo del macho insensible es tan común como la visión de una mujer delicada y emocional. Ambos clichés no hacen sino corroborar una realidad: los hombres son más físicos y las mujeres centradas en los aspectos más emocionales.
Y esta diferencia no se produce sólo por la tradición cultural de que las niñas han de jugar con muñecas y los niños con autitos.
El sexólogo explica que existe un trasfondo biológico, en el que los estudios muestran que el cerebro femenino tiene mayor cantidad de conexiones entre los dos hemisferios. Lo que redunda, por ejemplo, en la capacidad de ellas de hacer más de una cosa a la vez.
"Las mujeres tienen una estructura psicocerebral distinta, más holística", afirma el sexólogo. Esto hace que al momento que miran al hombre, se fijan en el conjunto de sus características y en algunos detalles menos obvios como las manos, la forma del rostro o la manera cómo se mueve.
Sin embargo, a juicio del especialista, la tendencia es que las nuevas generaciones modifiquen este padrón de conducta. Así, cada vez parece ser más común que hombres "holísticos" o mujeres "carnales" comiencen a insertarse a la sociedad.
Y, claro está, una cosa es reconocer las formas y superficies que atraen la vista y otra muy distinta la existencia de una comunicación fluida y de intereses o gustos comunes que den sustento a una relación amorosa.

Por qué no te llamas Charlotte - Historia de amor patagónico de Ana von Rebeur


Ahora eres pequeña y tal vez no lo entiendas, mi amor.
Pero sé que lo que se le cuenta a los niños les queda grabado en el alma, no en la memoria. Y esto es algo que tu alma tiene que entender, para que no creas lo que escuches por ahí, y para que no te sientas mal por haber elegido ese seudónimo para competir en el concurso de poesía. Porque con ese nombre jamás podrás ganar.
Todo empezó con un enorme cansancio. Los tatarabuelos estaban cansados de ser esclavos en el paraíso. Sus tierras eran colinas siempre verdes, llenas de flores fragantes en primavera, rodeadas de playas doradas y castillos majestuosos. Hacían música y poesías para concursar en el Eistedfod, igual que hacemos ahora, con rituales floridos, y bebían mead cuando se enamoraban. Pero eran pobres y perseguidos. Los ingleses los trataban como esclavos, y les prohibían usar su propia lengua. A su tierra le habían puesto el nombre de Wallas, que significaba “Extranjero”, de donde salió el nombre de Wales, o Gales, como se dice aquí en la Patagonia. Pero ellos a si mismo no le llamaban así, por supuesto, sino Cymru.
Empezaron a darse cuenta de que la única manera de poder tener su propia patria era fundándola en otro lado. Así, en 1865, 152 galeses de distintos pueblos zarparon de Liverpool en un barquito de velas blancas llamado, mirá que lindo, Mimosa, que es el nombre de una flor perfumada.
Los que se quedaron, estaban ansiosos por recibir noticias de los que iban llegando…¿Era todo tan bueno en la Patagonia, como contaban? ¿Se podía hacer una vida mejor? En la plaza del mercado de Pwhelli se comentaba que los recién llegados eran muy bienvenidos, que el gobierno argentino les daban cada tres personas 100 acres de tierra, 10 vacas, 5 caballos, 20 ovejas, herramientas de labranza, semillas y trigo suficiente para aguantar hasta la cosecha. Se decía que a los primeros colonos los indígenas les daban carne a cambio de pan con manteca, que para ellos era un bocado exótico como para los galeses pobres lo era la carne.
Entusiasmado por tanta buena nueva, el abuelo Harold comenzó a hablar cada vez más seguido de vender la zapatería y sus herramientas y largarse en el próximo tea clipper hacia ese mundo nuevo y sin ingleses. Lo mejor de todo es que no habría un solo ingles diez mil millas a la redonda, y eso solo bastaba para respirar felicidad. Pero la abuela Charlotte estaba cada día más asustada. Sabes, niña, como somos las mujeres: tenemos un sexto sentido que nos advierte el peligro. Aquí no hacia falta ser mujer para saber que todo era demasiado riesgoso. Y a ella algo le olía muy mal. Las noticias oficiales eran demasiado buenas para ser ciertas, y había escuchado que los recién llagados habían caminado millas para encontrar un río de aguas dulces, y aún así la primera cosecha fue desastrosa. Los colonos eran maestros, herreros, libreros, sastres, gente de ciudad. No sabían nada de agricultura. Sembraron las semillas en la arena, agotaron sus víveres. Muchos murieron de frío, fiebre y hambre. Pidieron ayuda al gobernador británico de las Malvinas y un buque socorrió sólo a algunos, porque no entraban todos. El resto se hartó de sufrir, y volvieron al golfo a esperar que algún barco los sacara de allí. Vivieron como Robinson Crusoe, en cuevas excavadas en los acantilados, durante tres meses hasta que llegaron víveres y herramientas para labrar la tierra en un barco cargado de colonos deseosos de quedarse, porque las noticias que venían de Cymru eran espantosas: otra vez los ingleses habían aumentado los impuestos a los galeses.
Charlotte sabía que la esposa del médico Henry Walsh ni siquiera pudo esperar la ayuda. No resistió el frío y la intemperie y murió de neumonía en sus brazos. Todos estaban tan débiles que apenas pudieron cavar la tierra con las manos y enterrar a Dorothy frente a las cuevas. Todavía se ve la lápida de piedra con la cruz celta, que algún alma tan previsora como pesimista había traído en el barco desde Cardiff. Walsh quedó loco de dolor y nadie quiso atenderse con él. Poco después se cayó de un acantilado, aunque muchos creen que se arrojó. Ella le advirtió todo esto a Harold, su marido, pero él ni la escuchó. El solo escuchaba las buenas noticias.
Una mañana Harold leyó en el periódico lo que necesitaba para acabar de decidirse: la calidad de trigo de los galeses de la Patagonia había ganado un premio en la Feria de París.
“Vamos a Madryn del Sur” , le dijo, cerrando el periódico de un golpe. Charlotte se quedó helada. ¿Cómo creer lo que leía, si lo que todo el mundo decía en el mercado era tan lúgubre? “Son sólo chismorreos baratos de los envidiosos que no se animan a comenzar una nueva vida” le dijo Harold, “La envidia es el pasatiempo de los cobardes”.
No hubo modo de convencer a Harold de que toda la propaganda de Jones eran patrañas, de que en verdad el gobierno argentino no les regalaba nada. Ella sabía que los comentarios maravillados de Fitz Roy y Darwin provenían de boca de naturalistas de paso, turistas entusiastas, no de quienes se quedaban a vivir en esas costas. Además, ¿cómo les iban a regalar tierras si esas tierras ya tenían dueño, porque estaban pobladas de aborígenes muy decididos a preservar sus territorios?
“ Si no pruebo suerte ahora, me arrepentiré toda la vida, Charlotte” dijo Harold. “Aún soy joven y tengo fuerzas, y no quiero morir remendando zapatos para los ingleses. ¿Quieres que luego me pisen con las suelas que yo mismo he cosido?”
Comprenderás que en esos tiempos una mujer no se oponía a la decisión del marido. Cuando te casabas decías “te seguiré adonde vayas en las buenas y en las malas”, y en el mercado las escuchabas decir “nos vamos a Sudamérica“, fingiendo estar entusiasmadas, aunque con terror en los ojos. Los que se decidían a partir eran mirados con una mezcla de admiración y envidia. Se les desalentaba sistemáticamente “¿ No tienen miedo? ¿Y los niños? Ahí no hay hospitales, ni trenes, ni tiendas y el clima es espantoso “
Harold ya no quería hablar del asunto. Vendió todo, cargó con lo que pudo, y subió al barco con Charlotte y sui pequeña hija de tres meses, tu abuela Carol.
Dicen que Charlotte lloró tanto que empapó las ropas al empacar. Cuando abrieron los baúles y las vieron mojadas por una tormenta del mar, ella decía “No es agua de mar, es lo mucho que lloré al guardar todo”. Durante los dos meses de travesía trató de ser optimista, pero no le salió bien. Pensaba que una buena esposa debe ser valiente y mirar hacia delante, pero ella sólo pensaba en ir hacia atrás. Su madre misma, en el puerto de Liverpool, la había despedido con un corto y seco abrazo La empujó al puente del barco y le dijo “Sigue a tu esposo y sé feliz. Aquí ya no hay patria”.
Charlotte intentó consolarse pensando que los antepasados druidas se habían pasado la vida despidiéndose y buscando tierras mejores. Pero no tenía buenos presentimientos. El viaje fue agotador, y las olas golpeaban la quilla como queriendo detener al barco antes de que fuera demasiado tarde. No pudo dormir ni una noche entera . Sólo deseaba que el capitán equivocara el rumbo y atracara en Irlanda, o en un mar de sargazos sin viento, que los obligara a volver a Liverpool antes de morir de hambre. Cruzar el océano, qué locura, ni que fueran Cristóbal Colón.
Las otras mujeres notaron su desánimo y la fueron aislando. Cuchicheaban a sus espaldas y se reían cuando ella pasaba cerca. A los pocos días ya nadie le hablaba. Hay que comprenderlas, lo último que necesitaban era alguien que dudara del éxito de la travesía. Ella intentó entretenerse con los niños, que se divertían descubriendo formas en las constelaciones o haciendo rodar ovillos de lana por la cubierta, inconscientes de la aventura a la que se los estaba exponiendo. A Charlotte no le preocupaba el rechazo de esas mujeres que se la pasaban bordando, fantaseando con que cosecharían las papas más gigantes del mundo e intercambiando recetas de chutneys de durazno, mientras viajaban a una tierra sin duraznos, qué ridículas. Lo más deprimente era escucharlas hablando de qué lindos vestidos venden en tiendas de Cardiff que jamás en la vida volverían a pisar. ¿No se daban cuenta de lo que estaba sucediendo?
Luego de dos meses de ver solo horizonte azul, una mañana el hijo de Glenda Barrett despertó a todos diciendo que escuchaba cantos de sirenas, y que se estrellarían en las rocas si no frenaban. Todos pensaron que había robado whisky del tonel y que ya estaba borracho. Pero todos escucharon a las sirenas .Un canto gutural y profundo que hacia eco en todas partes . Se levantaron , se asomaron por la borda y vieron a unos monstruos gigantes que saltaban en el mar haciendo que el barco se sacudiera con el oleaje. Eran ballenas.Y detrás de ellas, la tierra. Llenos de jolgorio, todos aprestaron su equipaje y prepararon los botes. “¡Mira qué vacas enormes! ¡Aquí sí que se come bien!” gritó Harry Hopkins, señalando las aletas gigantes. Todos reían. Menos de Charlotte, que se quedó dura al ver la tierra.
Sí , claro, tierra a la vista. Sólo tierra. Sólo eso.
Una franja de tierra seca, color gris amarronado. Ni una brizna de pasto, ni un solo árbol. Un desierto total.
A Charlotte se le aflojaron las rodillas, y se aferró al cuerpo de su beba como para no caerse. El barco se acercó a la costa. Era una mañana de sol, y sus rayos se reflejaban en el agua como hojas doradas. Era lo único que había para ver, el reflejo del sol en el mar. En la tierra, no había nada. Cuanto más se acercaba el barco, menos había para ver. Una playa de piedras, unos acantilados que parecían ruinas de pirámides antiguas, limadas por el viento. Y más tierra gris. Hasta un idiota podía darse cuenta de que allí no había manera de hacer crecer una hierba, ni de criar una sola cabra. Supo que los peores rumores que había escuchado en el mercado eran ciertos, y que las maravillas que contaba el periódico eran mentiras. “Vaya a saber quien hace dinero trayendo hasta aquí a un barco lleno de idiotas”, pensó. Se le llenaron los ojos de lágrimas y se mordió el labio inferior para no llorar delante de todos. Los pasajeros, se agolparon frente al puente para bajar a los botes, eufóricos, cantando a coro Hen Wlad fy Nhadau . A Charlotte le pareció que estaban bastardeando todo el sentido del himno. “La tierra de mis padres” , ja…¡ la tierra del demonio!
Odió las risotadas de Harold, que festejaba las bromas de los otros. “ Hey, Harold, aquí no hay caminos, hay solo piedras, ¡tendrás mucho trabajo reparando zapatos!”, le decían . “¡Entonces me haré rico!”, respondía él .
Charlotte le dio la espalda a ese horizonte gris, y fue a sentarse en la bodega inferior. Se quedó en un rincón oscuro, a amamantar a su beba. Deseó con toda su alma que se olvidaran de ella, que Harold bajara con todos y se quedara ahí remendando zapatos, y que el clipper volviera a casa cuanto antes.
No supo cuánto tiempo paso allí. Tal vez el canto de las ballenas y el balanceo del barco la ayudaron a dormirse para mitigar tanto dolor.
De pronto alguien la sacudió por el hombro, y le dijo “Señora Brown, debe desembarcar”.
Ella levantó los ojos y dijo con voz firme: “No bajaré”.
“Es que ya hemos llegado y están todos abajo. El barco ya debe zarpar”, dijo el marino.
“No bajo. Vuelvo a Cymru en esta nave”, repitió ella.
El marino suspiró y se marchó, contrariado.
Al raro regresó con Murray, el dentista, quien la miró con desconcierto, como si estuviera loca. Ella volvió a decir que no bajaba.
“¿Por qué?” , preguntó Murray.
“ Porque aquí no hay nada. Quiero volver a casa. Todo lo que dijeron son mentiras”.
Murray llamó a Jones y a Graham, y ambos le dijeron “Harold ya está en el bote, esperándola” “Que se vaya. Yo no bajo” , repitió firme. Llamaron a Harold, que primero fue amable, luego la sacudió, la llenó de ruegos, de promesas y de amenazas. Fue todo en vano, ella estaba decidida a quedarse en el barco:
“Yo vuelvo a casa”
“¡Mujer, ya no tenemos casa, hemos vendido todo!”
“Viviré en la calle, no en este desierto”
“Pero no nos quedaremos aquí. Iremos a Rawson” ,
“Esto es horrible por donde lo mires” , dijo ella.
Luego vino la familia Lewis para convencerla. Luego el capitán, los Jones; los Greys …y nada. Charlotte no se movía. Finalmente, Harold la arrastró por los hombros, ya harto de pasar semejante bochorno delante de todo el pueblo. . La llevó a la cubierta cogiendola fuertemente de los brazos .
“Subo a despedirte, pero me quedo aquí” , le dijo ella .
El perdió la paciencia y le dio un puñetazo a los maderos de la pared: “¡Maldición, Charlotte!¡ Sube, ya!¡ La gente está esperándote!”.
El saltó al bote y le extendió el brazo para ayudarla a saltar .
Ella no se movía.
Entonces las mujeres del bote se cruzaron miradas, y hicieron un gesto que ella no entendió.
Rachel Lewis avanzó, saltó nuevamente al barco con la Grey, y con un movimiento brusco le arrancó a la beba de los brazos a Charlotte.
“¡ NO!” gritó Charlotte .
“ Tu hija se queda aquí …¿ Volverás a Cymru sin ella?”, le dijo Rachel.
“ Deja de hacer el ridículo y baja de una vez” , le dijo la señora Jones.
“ No bajo…¡ Devuélvanme a mi hija!”, gritó ella,
“ Si quieres, vete. Pero tu hija se queda conmigo”, le dijo Harold.
Rachel le pasó la bebé a la esposa de Dickinson y ella a una muchacha desconocida, que la envolvió en su capa y saltó al siguiente bote de la fila, el primero de todos. Y ese bote soltó amarras…
Charlotte intentó ver la cabecita rubia de su beba bajo la capa negra, en vano. Era una mancha negra perdiéndose en una densa bruma anaranjada bajo el último sol del atardecer. Su hija desaparecía rumbo al fin del mundo.
“ Nooooo! “gritó Charlotte. Se aferró a la barandilla del barco, pero alguien la tomó de la cintura y otro la empujó con fuerza al último bote. Una vez adentro dejó de luchar. Sólo pensaba en su bebé.
Como una larga fila de inmensos insectos negros, los botes se acercaron a la costa, cautelosos. Las ballenas ya no cantaban. Había un enorme silencio, y sólo se escuchaba el golpe de los remos en el agua. Demasiada quietud. Hasta podían venir indios a atacarlos, no sería la primera vez .
De pronto se sintió el golpe de la quilla en la arena.
Charlotte bajó con dificultades, y sin que nadie le tendiera una mano, luchando con sus faldas largas. Hundió su zapato en agua helada, y trató de acercarse a tierra para buscar a su bebé. Un golpe de viento polvoriento la cegó, y no pudo ver a la chica de la capa negra. Esperó sentir el llanto de su niña, pero nada .
Apenas había dado un paso en la playa helada, cuando se sintió rodeada. Todo fue muy rápido. Sintió que la tomaban de los brazos y de los pelos. La primer bofetada la sorprendió. ¿Quién se atrevía a pegarle? La segunda le ardió como fuego. La tercera la indignó. La cuarta. la quinta y la sexta le cayeron como una lluvia granizos, manos pesadas , hasta que sintió la voz de Rachel Lewis , de la Jones, la Dickinson, la Bates, la Graham y otras que le gritaban : “¿ Qué te has creído?“ “¡Caprichosa!” , “¡Nos averguenzas y averguenzas a tu marido!” “ ¡ Insolente!”, “ ¡Grosera!”, “ ¡A ver si te enteras adónde has llegado!”.” ¡Esto no es Cardiff, mocosa!”
Solo cuando cayó al piso dejaron de pegarle La dejaron allí, llorando sola.
Estuvo ahí, sin fuerzas sollozando dolorida, hasta que vio que el barco se alejaba sin ella. No tuvo más remedio que seguir al grupo, para no quedar sola en la playa helada.
Caminaron por un buen rato, arrastrando sus cosas en carros muy simples.
Escuchó a Carol llorar a lo lejos y gritó “¡Devuélvanme a mi bebe!” .
Nadie le respondió.
“¡Devuélvanme a mi bebé!”, gritó con más fuerza.
Cinco mujeres se abalanzaron sobre ella y la amenazaron con el puño en alto, “ Te callás o recibirás otra paliza”.
”Mi bebe, mi bebé”, gimoteaba Charlotte … y era como si la pequeña Carol la escuchara, porque aunque la llevaban más y más lejos, cada vez lloraba más fuerte .
El carruaje que tenía que recogerlos y llevarlos a Rawson se demoró horas.
Estaban todos tan cansados , ya hartos de soportar los llantos de madre e hija, que Harold arrancó a la beba de brazos de Rachel Lewis y se la lanzó a la cara a Charlotte, diciendo “Que más da, si el barco ya partió…¡Cállense las dos de una vez!”
Y Charlotte se calló durante años, en los que Harold recibió más disgustos que acres.


Harold dejó de reparar zapatos y tuvo que aprender al labrar la tierra. Se hizo amigos de los indígenas, que le ayudaron a salir adelante, trayéndole frutas amargas que sacaban el hambre y carne salvaje, que guisada se podía masticar. La vida era dura, pero lo mejor era que no había ingleses a la vista. Era lo único cierto de los relatos que llegaban a Cymru. Por lo demás, había que pasar horas rogando a Dios que salve las cosechas, que a veces eran estupendas y otras veces, atroces. Pero todo druida conoce los avatares del clima. Quienes pudieron mover toneladas de piedra para construir Stonehenge para favorecer cosechas, también pueden arar el campo con sus manos y resistir heladas y sequías. Al menos el ganado crecía gordo como ballenas, los quesos eran buenos y las mermeladas de los buenos veranos los salvaban del hambre invernal.
Charlotte tuvo otros seis hijos con él: el tío William , el tío Albert, la tía Nancy ,el tío Morris, la tía Elizabeth y el tío Esteban. Creo que tuvo tantos chicos porque no tenía ninguna amiga y el abuelo Harold casi no le hablaba, porque tenía miedo que ella le preguntara cuando regresarían a Cymru. Sus hijos fueron sus únicos amigos.
El abuelo se hacía amigo de los nuevos colonos que iban llegando, y la tierra gris se llenaba de locos que decían “ Este es el mejor lugar del mundo..¡no hay ingleses!”.A veces Harold ni siquiera volvía a casa tomar el té, pues prefería quedarse con amigos entusiastas, a estar con su esposa callada y deprimida, porque él siempre llegaba muy tarde oliendo a alcohol. Su tierra no rendía nada, y vivieron de la caridad de los vecinos, hasta que alguien le recomendó que contratara a Matthews, un joven listo de la Mimosa que ya había aprendido mucho de los indios, y además sabía hacer canales para desviar las aguas del Chupat. De él se comentaba que había ayudado a hacer un canal de 28 kilómetros de largo, 6 metros de ancho y 1,5 metros de profundidad en el centro. Era una maravilla que había convertido el desierto en un vergel.. El abuelo lo contrató para que hiciera un sistema de canalización con el que esperaba sacarle trigo a las piedras.
Matthews era apuesto, fuerte y tan callado y ensimismado como Charlotte. También se decía que había sido uno de los encargados de vengar la muerte de Aaron Jenkins, luego de que fuera asesinado por un mestizo sin que Lewis, el marido de Rachel, que estaba a cargo del orden del pueblo, hiciera nada para esclarecer el caso o buscar a los culpables. Tal vez habían sido sobornados por los criminales. O tal vez Lewis había pagado a los asesinos porque no simpatizaba con el bueno de Jenkins.
Matthews era tan valiente como abnegado. Trabajaba de sol a sol en los campos de los Brown. A Charlotte le daba pena verlo sudar en los días sofocantes de verano, esos que parecen reservar todas las brisas para que te congelen después en invierno.
Un día le ofreció un té y un trozo de torta. El apoyó el plato en un tronco y se limitó a gruñir un cortés “Diolch yn farwr”. Menos mal, no es mudo, sabe decir gracias además de “Bore da” cuando llega y “ Hwyl” al partir, pensó Charlotte . A los pocos días llovió tanto, que lo invitó a compartir el té con ella en la cocina. Y curiosamente, se rompió el silencio. Empezaron a hablar de que los colonos habían encontrado el lugar perfecto para cumplir el ideal de encontrar un país deshabitado que no estuviera bajo ningún gobierno propio. “Es que el gobierno de este país no existe, son todos aristócratas que compiten en fama y demagogia…Como los ingleses…”, coincidieron. Recordaron que los colonos que habían probado suerte en las costas de Estados Unidos también acabaron en la Patagonia, espantados de ver que en Maine los niños olvidaban hablar Cymraeg y comenzaban a hablar el idioma del enemigo. Tampoco habían tenido suerte los que fueron a Brasil, donde los trataban como esclavos igual que en Gales. La idea de llegar a un territorio vacío para no desaparecer absorbidos por otros pueblos vecinos, había sido finalmente lograda.
“Esto no es tan desierto” dijo Matthews.” Hace dos semanas me crucé con diez nativos a diez millas de aquí”. “¿Es cierto eso? ¿Quiénes eran?”, preguntó Charlotte, sorprendida. “ Diez guanacos”, dijo Matthews. Charlotte estalló en carcajadas. Supo que hacía meses, tal vez años, que no reía. Si no era por las gracias de los niños, que inventaban nuevas palabras mezclando el español con el gaélico, no reía jamás.
Matthews ,como ella, se animaba a reconocer que añoraba las playas de Llandudno, el castillo de Bangor, las avenidas de Cardiff, las cumbres de Snowdonia y los jardines de Pwhelli … “Pero alli no hay futuro para los galesos, mientras aquí… quién sabe” dijo él. Y ella sintió que por primera vez creía en esas palabras. De la boca de él parecían verdad, no otra quimera más. Matthews no era un iluso. Era un hombre capaz de sacarle ciruelas al gris de la tierra. Por lo pronto esa tarde le sacó un color carmesí a las pálidas mejillas de Charlotte, cuando rozó su mano para tomar la tetera y decirle “Déjame, yo la llenaré” . Por primera vez en su vida, Charlotte sintió que un hombre se ocupaba de atenderla. El ya casi no parecía europeo. Tenía brazos musculosos y morenos como los de un tehuelche .En ese momento el tío Esteban, que era un nene, cruzó corriendo la cocina y tío Albert , por tratar de alcanzarlo, se chocó con la pierna de Matthews. En vez de enojarse con los chicos por irrumpir, como lo hacía Harold, Matthews rió y les acarició los cabellos rubios con su mano curtida. Ella se emocionó con ese gesto de ternura, tan raro en un hombre. Cuando él se acercó y le sirvió el té muy cuidadosamente en su taza de porcelana, tuvo que mirar para abajo para disimular el montón de sensaciones turbadoras que él le causaba.
Fijó su mirada en el paisaje de la taza. Era un prado celeste, con arbustos azules, casi tan azules como la mirada de él, y algunos árboles al costado que extendían sus ramas como manos tocando el cielo. Si, tal vez gracias a los canales, en ese desierto crecería un prado como el dibujo de la taza. Ella ya había sido empujada a una loca aventura en contra de su voluntad, y había obedecido ciegamente a su marido. ¿Por qué no lanzarse ahora a una aventura propia? Mientras pensaba esto, casi como adivinándole el pensamiento, Matthews le dijo: “Croeso i Patagonia” , y alzó su fragante taza como en un brindis . ¿Bienvenida a la Patagonia? Nadie antes se lo había dicho.
Compartieron juntos cada té, al fin de cada jornada, día tras día. Las conversaciones se hacían más largas y las risas eran tan fuertes que hasta los niños se sorprendían…¡ Increíble, mamá se ríe!
Harold nunca los vio juntos. Cada vez llegaba más tarde a casa.
Ella no lo hizo por impulso, querida mía, no.
Antes, lo meditó largamente.
Los niños mayores ya estaban crecidos, pronto harían su propia vida, Ella aún no había tenido una vida propia. Matt le dijo que ya era hora de hablarlo con Harold, y ella comprendió que tenía razón. Esa noche nadie durmió. Fue un escándalo total. El abuelo Harold repitió lo mismo que había dicho aquel atardecer en el golfo, veinte años atrás “Si querés, andate. Pero los niños se quedan conmigo”. Ella los besó uno a uno mientras dormían. Tu abuela lo sabe porque se hizo la dormida, pero vio a su madre llorar en la oscuridad. Esta vez sí que dejó las sabanas mojadas y saladas como luego de una tormenta en altamar. Se marchó sin nada más que su ropa puesta y su tacita de porcelana, en la que se dibujaba un paisaje del futuro.
Con Matthews tuvo otros cuatro niños, que resultaron ser mucho más salvajes, osados y felices que los Brown. El abuelo Harold prohibió a toda la familia que entrara en contacto con la perversa Charlotte, que los había abandonado para seguir tras un peón. Dicen que Carol, la hija mayor, se escribía con ella en secreto, y que el hijo menor de los Peterson, el que vendía huevos puerta a puerta, era el que les llevaba los mensajes escondidos dentro de su frágil canasta Pero nadie jamás encontró una de esas cartas. Se supone que las dos las leían y las arrojaban al fuego. Una vez que mi tío Esteban creyó ver a su mamá en el pueblo y la siguió detrás, recibió tal paliza de su padre que nunca más volvió a intentarlo. Mi madre, tu abuela Elizabeth, la menor de las mujeres, prefirió creer la versión de su padre, y toda la vida me prohibió preguntar por la abuela Charlotte. Se erizaba cuando alguien la mencionaba. “Esa bruja” decía. Mi abuelo Harold vivió muchos años, la mayoría de ellos borracho, capaz de hacer rodeos de muchas millas extras con su caballo o su carro antes de pasar delante de los campos de los Matthews, tal era su resentimiento. La envidia es el pasatiempo de los cobardes, ja.
Yo intenté averiguar qué fue de ella, pero en el pueblo sólo recogí expresiones de desprecio hacia la muchacha que abandonó a sus siete hijos. Las malas lenguas dicen que murió amargada, añorando regresar a Cymru. Pero el viejo Peterson, el niño mensajero, le contó a mi madre que Charlotte un día le dijo, pícara “me gustaría volver, pero para qué, si lo mejor de Cymru lo encontré aquí”, señalando a Matthews. Por supuesto que esto mi madre lo decía para confirmar su desprecio total hacia su abuela loca. Yo siempre sospeché que no era tan mala. De hecho, ella era la única persona del pueblo que siempre dejaba flores en la tumba de Dorothy Walsh, la mujer del médico, la primer victima en esta tierra inhóspita. Ella también desviaba enormemente de su camino a casa , pero pasar siempre por el campo de los Brown, intentando ver a sus hijos, aún sabiendo que serían castigados si hablaban con ella.
Claro, preciosa, que te parecés a tu tatarabuela, y que quise darte su nombre. Pero para todo el pueblo, Charlotte no es un buen nombre. Fijate que no hay nadie que se llame así. Y yo tampoco quise ponerte esa cruz. Ya bastante sufrió tu tatarabuela. Ahora sos chiquita para entender todo esto. Pero te lo tenía que contar, para que sepas que te conviene elegir otro seudónimo para participar en este Eisteddfod. Te juro que por bien que recites o cantes, con ese nombre no vas a ganar. Pero quiero que sepas que cuando cumplas 18 años, de acuerdo a las leyes de este país, estás en todo tu derecho de cambiarte el nombre de tu tatarabuela paterna Rachel Lewis, por el de tu otra taratarabuela, la que dejó a un hombre gris por otro que hizo florecer el desierto.
Fuente : http:mujeresterribles.blogspot.com

Los cinco motivos porque muchos hombres no saben hacer el amor



Fíjate que en diversas culturas se ha tenido como un mérito que una mujer sea virgen. Y hasta se han inventado ese mito del himen, cosa que nadie tuvo jamás. Esto se pensó para tranquilidad del varón, de modo tal que una virgen no pueda compararlo con otros hombres mejor dotados o de mejor desempeño sexual. Así de cómodos son ellos. (Esto me recuerda al chiste en que ella le dice a él “ Cariño, eres un amante fabuloso” y él le da una bofetada diciendo “¡Esto es por conocer la diferencia!”)
Tampoco se publican fotos de genitales masculinos, ni en las revistas más atrevidas. En las escenas de sexo de las películas eróticas no se ven los miembros masculinos (están dentro del cuerpo de la actriz). Así, a la mujer moderna le resulta casi imposible conocer uno antes de ponerse de novia. O sea que los hombres siempre han vivido ocultando sus partes. Súmale a eso el miedo ancestral a no poder desempeñarse como corresponde, la pena por no tener un pene gigante y una supina ignorancia de cómo se satisface a una mujer…¿ Resultado? Amantes mediocres que te acusan de frigidez.
Esto es porque no hay educación sexual. Y menos, una para el disfrute.
En la mayoría de los países la educación sexual aterra a la juventud hablándoles de métodos anticonceptivos y de cómo prevenir múltiples enfermedades de transmisión sexual de las cuales deben aprenderse cada espantoso síntoma. Lo que aprendemos es a cuidarnos del sexo porque te trae una vida no deseada, o directamente, la muerte entre sordera, chancros, locura y erupciones varias.
Mal que mal, las mujeres nos vamos conectando con nuestro cuerpo y vamos aprendiendo sensualidad. Los hombres, en cambio, no saben nada de sexo, ni de cómo hacer el amor con una mujer.

Cinco motivos por los cuales ellos no saben hacer el amor

1)Porque nadie les enseñó nada:
En temas de sexo, los hombres no saben mucho más que cómo masturbarse con mediano éxito. Imagina que la madre no le iba a explicar cómo hacerlo. Y el padre lo hacia aún peor que él.

2)Porque creen que se aprende mirando películas pornográficas:
Por ende, él hará el amor como vio en la película donde el técnico del televisor confunde a la tele con su dueña y desarma a la dueña botón por botón, o donde tres fornidos obreros de la construcción masajean a la modelo rubia que se broncea desnuda en la terraza. Y los resultados serán así de espantosos. Porque si en la ficción ellas gimen apenas ellos se bajan los pantalones, en la vida real las mujeres gimen cuando -al quitarle el sujetador -, él les pega un chicotazo del elástico del corpiño en la nariz.

3)Porque creen que con acostarse con una mujer ya tiene experiencia:
Es cierto que la habilidad en la cama de un hombre depende de la instrucción espontánea que reciba de las mujeres que se vaya topando en la vida. Pero a la mayoría de los hombres la experiencia no le ha servido, porque la mitad de las mujeres fingían los orgasmos. Y el resto de mujeres que conoció, con tal de acabar la historia, le hicieron creer que era bueno en la cama. Cuando una mujer está con un hombre que conoce poco, está demasiado nerviosa como para poder relajarse y entregarse por completo. Por eso es raro que tenga un orgasmo la primera vez: no se siente tan relajada como para entregarse. Pero para que él no piense que ella es rara o frígida, tenderá a fingir un orgasmo. Y esa es una terrible trampa, porque una vez que él cree que con tan poco esfuerzo llegas al clímax, deberás fingir todos los orgasmos futuros… ¡y adiós vida sexual, bienvenida al mundo de la mujer talibana! Ya sea por generosas o porque han perdido toda esperanza de que su hombre aprenda algo de sexo bien hecho, muchas mujeres cometen ese error de fingir placer con bastante frecuencia... ¿O acaso sabes de alguna que diga “lo siento cariño, esta es la primera vez que me pasa”? Así que de este modo el hombre cree que sin habilidad puede hacerte feliz…y no es así.


4) Porque cree que lo que aprende con una sirve con todas:
Las pocas mujeres honestas que encontró, le enseñaron cosas que a ti quizás no te interesen. Pudieron convencerlo de que los lóbulos de las orejas son zonas erógenas, pero tú lo único que sientes es temor de que se trague un arete.

5) Porque cree que no tiene nada que aprender:
Como en otros aspectos, además del sexo, ya sea por pereza o petulancia, el hombre cree que nació sabiendo, como los mosquitos. Ellos suelen mostrar el orgullo herido con frases como “¿Acaso crees que no lo sé?”, “Deja de darme indicaciones como un agente de tránsito” o “¡Me rehúso a leer tu Manual de Instrucciones!”.

Enterate de con quien te acuestas...antes de estar en la cama



Mucho se habló del "eterno femenino" y de lo misteriosas que somos las mujeres. Pero hete aquí que todo eso de "quién entiende a las mujeres” siempre salió de boca de hombres con pocas ganas de comprendernos.
No es cierto que las mujeres seamos difíciles de interpretar. Pero lo que sí es cierto es que a nosotras nos resulta mucho más fácil identificar de entrada a los hombres, porque no somos perezosas para estudiar al sexo opuesto. Ellos son para nosotras transparentes como niños, revelan cómo son en cada detalle, lo que permite que una mujer con un mínimo de sentido de observación no se embauque con el primero que pasa, creyendo que él es lo que no es.
Con esto quiero decir que aplicando el Método de McLuhan de la Mirada Crítica, una mujer puede evitar decepcionarse y perder una noche llorando amargada frente al espejo del baño de un hotel de citas.
La regla es muy simple: “ Así como un hombre es afuera de la cama, lo es también adentro.”

Un hombre desinhibido, que piensa en voz alta en su vida cotidiana, tampoco tendrá frenos inhibitorios en su vida íntima. Llamará las cosas por su nombre -nada de decir "eso", "ahí" "más abajo"- y pondrá en claro qué le gusta y qué no, desde el vamos. Nos bailará la Danza de los Siete Velos, y querrá hacer el amor en el auto "porque tengo ganas ahora y qué me importa si alguien nos ve".
Un hombre bromista y exhibicionista, de los que se ríen de todo, que no pueden hablar en serio ni en un velatorio, intentará hacer el amor parado de cabeza, y te recitará orgasmos cantados con ritmo de tango.
Los galanes a los que les importa más sus trabajados bíceps de gimnasio que la señorita que los acompaña, querrán hacer el amor de modo de poder mirarse al espejo e ignorar a su amiga. Y si a ella "no le pasa nada" será -por supuesto- culpa de ella que no sabe admirar los cuádriceps y abductores de él.
Los transgresores y rebeldes sin causa querrán hacer el amor en lugares públicos como el ascensor o la playa, porque la idea de infringir las reglas y escandalizar a la gente los excita más que el sexo mismo.
Los prolijos y meticulosos -los que se lustran las uñas y usan desodorante bucal después de lavarse los dientes- pasarán dos horas en el baño antes de acercarse a su amada en pijama blanco inmaculado. Higiene inútil, ya que para cuando él llegue, su amante, cansada de esperar, se habrá quedado dormida.
Los hombres conservadores y rutinarios -ésos que año tras año compran siempre el mismo pantalón, van al mismo peluquero y al mismo bar a pedir el mismo trago- también serán así en el sexo: no admitirán variantes. Lo harán hasta que se mueran de la misma manera, para lo cual siempre tardarán el mismo tiempo.
Un equívoco popular es creer que se puede esperar mucho de los deportistas. Con ellos la cosa no es tan fácil de deducir: o son locomotoras incansables, que con un poco de fútbol se aceleran más aún, o ponen toda la energía en el partido y al minuto 91 no sirven ni para rascarnos la espalda.
Los tímidos que piden permiso hasta para respirar suelen también pedirnos permiso para darnos un besito en la mejilla...y el momento del sexo no llega nunca. Tartamudean, transpiran, se ponen colorados, y dicen tantos "perdón", "Discúlpame", "¿Te molesta si...?", que dan ganas de replicarles con un abrupto "¿Y a ti te molesta si me voy?", ya harta de tantas vueltas y tan poco ímpetu. Pero una no hace eso por temor a que se pongan a llorar.
Los agresivos, cínicos y sarcásticos no se dulcifican a la hora del amor, sino que tienden a humillarnos:
"¿No estarás anémica? Hacete ver , porque con tantos huesos a la vista parecés enferma " o "Ah, esa panza no se te notaba estando vestida ... ¡je, je, je!".
Los que no son afectos a los abrazos, no nos abrazarán ni haciendo el amor; los que no besan de pies a cabeza a una mujer vestida, tampoco lo harán cuando la vean desnuda.
Los que siempre cambian de ideas, de planes y de menúes, también querrán variar en la cama: todas las posiciones sexuales existentes son pocas para ellos.
La desgracia de conocer a estos amantes apasionados es que así como quieren probar de todo con una, también querrán probar de todo con otras. En la variedad -también de mujeres- está el gusto para estos seres infieles e inconstantes.
Los taciturnos seguirán taciturnos, harán el amor en silencio, y si se los apura mucho responderán con algún monosílabo.
Los que son de lo peor son los fanfarrones sexuales, en quienes la regla es a la inversa: cuanto más hablan, menos hacen. Pueden pasar la velada contando proezas sexuales, pero cuando está en la cama contigo lo único que le apasiona es el mando a distancia de la tele .Y si le reprochas su indiferentes te dicen : “ Es que tú me pareces muy fría”.
Otros hombres de temer son los "cuidadores de mujeres", ésos que creen que fueron concebidos por el Espíritu Santo ya que sus madres, como sus hermanas, son asexuadas. Dicen que sus hijas no tendrán novio hasta los 36 años, y que todas las mujeres son unas putas porque deberían llegar vírgenes a la menopausia. Estos tienen tres esposas, cuatro amantes oficiales y cinco encubiertas, una secretaria seducida y una vecina que visitan asiduamente y que los espera siempre en baby doll. A todas las tienen engañadas, haciéndoles promesas que no cumplen. Hacen bien en cuidar a sus hijas y hermanas: ¡no sea cosa que se topen con hombres como ellos mismos!.

Nunca te acuestes con el hombre que ...


1- Llama a su mamá para decirle que va a volver tarde .
2- Pierde al aliento después de ayudarte a ponerte el abrigo.
3- Pasa más de diez minutos hablándote de su ex esposa.
4- Te pone apodos porque no recuerda bien tu nombre
5- Piensa que usar jabón y desodorante es sólo para maricones
6- Sólo escucha los mensajes del contestador cuando ya te fuiste de su casa .
7- Sólo te invita a salir los jueves
8- Te pide que pagues las salidas porque “no tiene cambio”
9 - Tiene aliento a alcohol a las once de la mañana
10- No puede acompañarte al casamiento de tu amiga porque no tiene quién se quede a cuidarle al perro.
11- No puede contarte a qué se dedica o cuál es su trabajo específico y te dice que se dedica a “ changas”o que es “representante comercial”, que no quiere decir nada y es lo mismo que decir “no te lo quiero decir”. 12- Te dice que no se quiere comprometer porque aún le falta mucho para vivir…y tiene 57 años. ( De vivos que son , nos hacen creer que para ellos estar en pareja es estar muertos)

Once errores que cometen los hombres en la cama


Cuando un mono cae del árbol, se sube otra vez y se tira de cabeza, para hacerle creer a los demás que se lanzó a propósito, y no por su torpeza. Los seres humanos no son tan distintos. Cuando meten la pata en una relación, la vuelven a meter como para demostrar “no es que se me escapó un error, sino que soy así de torpe adrede”.
Así que es bien difícil entrenar a un hombre en la cama. Pero se puede lograr.

Veamos cuáles son los peores errores que cometen los hombres en la cama.

1) Va al grano en vez de ponerse mimoso:
Algunos hombres creen que las mujeres son como microondas que se calientan en 10 segundos, sin darse cuenta de que para tener éxito con una mujer en la cama debes demostrarle a ella que te fascina su pelo, su boca, su risa, su inteligencia, sus ocurrencias, sus ideas… y por último, ya que está allí, y para no despreciar, su entrepierna. ¿Que así se hace muy largo?¡Pues nadie está condenado a muerte ni hubo aviso de meteorito estrellándose contra la Tierra! Dile que se alquile el film “Hechizo del Timepo” ( “The Groundhog day”, con Bill Murray) para saber cómo se hacen las cosas, y que continúe al día siguiente, con todo el tiempo del mundo.

2) Él ignora tus pechos:
Cuando los varones nos tienen horizontales y con poca ropa, pierden súbitamente el interés por nuestros pechos. Esos mismos pechos que los vuelven locos cuando llevas un buen escote, pasan a último plano cuando las bragas están a mano. Lo que prueba que los pechos son un pobre sucedáneo de lo que ellos realmente quieren. De hecho, el pecho femenino es una vil imitación de las redondeces inferiores femeninas, porque si así no fuera, al verte de frente el hombre olvidaría para qué está hablando de razas de perros con una mujer, en cambio así diseñadas, te mira el escote y recuerda : “Ah, si , claro, era para tratar de llegar a su culo…”.Claro que hubiera sido mejor que en vez de aumentarte el busto gastaras el dinero de las siliconas en un crucero all inclusive. Pero lo hecho, hecho está…y cuando estás vestida, él te las mira.
El problema de la indiferencia masculina es que a las mujeres les erotiza el interés masculino en los pechos. Así que debes pedirle a tu novio que al menos haga el esfuerzo de fingir que los aprecia, cosa que a los hombres les cuesta bastante porque no son buenos para fingir. Otra solución es que trates de acostarte con Antonio Banderas, que como todo buen actor, podrá hacer como que le interesan tus pechos a través del método Stanislavsky de la memoria emotiva, o de algún otro recurso del Actor´s Studio. Pero que no se entere Melanie Griffith.

3) El no capta que cada mujer es distinta:
A tu hombre debes darle señales corporales sobre lo que te gustaría que te hiciera, o decírselo claramente, si es que luego de cumplir las Bodas de Oro él aún no ha captado tus señales corporales. Hay hombres que creen que a todas las mujeres les gusta que les tiren del pelo al hacer el amor, y otros que creen que eso es poco erótico porque no saben dónde poner la peluca. Lo mejor es decirle clara y directamente si eso de que te tire del pelo te gusta o no. Porque si no se lo dices de entrada, luego cuesta mucho más decírselo. Luego de diez años de relación, él reaccionaría mal diciéndote “Cristina, todos estos años estuviste esperando que yo te tire del pelo… ¿y nunca me has dicho nada? Entonces, ¿Quién te ha tirado del pelo en mi lugar?”

4) No te llena de piropos:
El mejor amante es el que te hace creer que es la persona más irresistible del planeta. En un encuentro ella tiene que decirle a él que lo encuentra fascinante, porque lo primero que hay que acariciar es el ego. Asimismo, él tiene que decirle a ella que está pasmado con su belleza, que no puede creer lo suave que es su piel y que está hipnotizado con la curva de su espalda y el brillo de sus ojos. Hasta la fea con un ojo de vidrio se lo cree, especialmente la parte del brillo de su ojo. Eso la hace sentirse deseada, y la mujer que se siente deseada se siente sensual y con unas ganas locas de demostrarle a él que hará todo lo posible para hacerlo feliz.¡Hasta podría comprarle un Big Mac!

5) No cuida sus palabras:
Otro detalle: en la cama hay que decir sólo cosas bonitas. Si no hay nada bonito para decir, mejor no decir nada. Y mucho menos “no sabía que eras tan gorda”o “qué feo que te muerdes las uñas”. Recuerda que hay una palabra fatal en la cama. Es la palabra “espera”. La pasión no espera, así que no hay palabra más mata-pasión que “espera” usada en frases como “espera que voy al baño” (¿por qué no ha ido antes?), “espera que llamo a mi madre” o “espera que me quito la prótesis”.Puedes quitártela, pero no lo anuncies.

6) Te trata como si fueras una actriz porno:
Otro error masculino es tratar como a la mujer como a una actriz porno y aplicar frases de esos films triple equis como “¿Verdad que te gusta, zorra?”, que a él le puede parecer estimulante, pero a su mujer le puede parecer grosero. Quizás deberían probar con “¿Verdad que te gusta, amor mío/ ángel de mi corazón/ bomboncito adorado?”.


7) Siempre lo hace igual, y no es creativo:
A veces hay que arriesgar cierta incomodidad con tal de romper la rutina en la cama. Por ejemplo: hacerlo en un auto es horriblemente incómodo, pero si una sabe que él lo haría en el auto, no hace falta hacerlo porque ya es sexy pensar que lo haría. Yo tuve un novio que juraba que lo haríamos en el ascensor, pero esa promesa creo que nos mantuvo más tiempo unidos de lo que deberíamos haber estado. O sea que por ser tan imaginativo, me hizo perder un tiempo precioso de mi reloj biológico, maldito sea.

8) Dormirse después del orgasmo:
Dormirse en el instante siguiente al orgasmo, sin besos, sin palabras de amor, sin ordenar siquiera una pizza a domicilio es una flagrante grosería que explicaremos en el Capítulo 16… ¡Pero qué decepcionante, si yo la quería de muzzarella y anchoas!

9) Asexuarse después del orgasmo:
Muchos hombres dejan de ser románticos después de hacer el amor, y te tratan como si fueras un amigote de su equipo de fútbol diciendo “¡Ey! ¿Se hace algo hoy, o nos quedaremos aquí tumbados como viejos?” o “¿Salimos? ¡Ya estoy harto de estar encerrado aquí dentro!”. Pero estos por lo menos hablan en plural. He sabido de casos en los que, luego de hacer el amor, un hombre le ha dicho a ella “Yo salgo a correr: ya me siento claustrofóbico”, o que ella lo ha escuchado hablando por teléfono, diciendo “No, Jorge, no estoy ocupado, estaba matando el tiempo hasta que me llamaras, ¿vamos al club?”.

10) No puede seguir el ritmo:
Otro terrible problema del sexo es la descoordinación .Hacer el amor es como danzar horizontalmente: hay que saber mantener el compás y no pisar a la compañers. Quizás lo mejor que podrían hacer una pareja por su vida sexual es apuntarse a clases de tango y luego de haber ganado un par de concursos internacionales, ahí sí, irse juntos a la cama.

11) El peor de todos los errores:
Pero lo peor de todo lo que puede hacer un hombre en la cama es llamarte en la cama con el nombre de otra mujer. Podrá excusarse diciendo “Lo he dicho adrede, para ver qué cara ponías cuando te llaman por otro nombre”. Si te lo tragas, cuida a ese hombre… ¡es que estás muerta de amor por él!


En resumen, esto es como el huevo y la gallina: los hombres no saben hacer el amor porque las mujeres no les enseñan, y las mujeres no les enseñan porque ellos no saben hacerlo. Lo ideal seria que cada mujer le ponga una pegatina a su novio indicando qué es lo que le has enseñado, así las futuras novias saben qué esperar de él. Pero en verdad, como resultas de esto, hay solo cinco hombres en el mundo que saben hacer el amor, que tienen tanto éxito entre las mujeres que no paran de circular entre miles de amantes y no se casan nunca porque están súper divertidos y solicitados. Mmmm…¿ te preguntas dónde están? Yo también. Pero mejor, piénsalo así: no te conviene conocer a ninguno de ellos. Te morirías de celos y no lograrías que se case contigo jamás. Más vale entonces uno menos ducho en las artes amatorias, a quien puedas entrenar a tu gusto hasta donde se lo permita el orgullo, pero que esté contigo tomándote de la mano cuando te operen del apéndice.
Es preferible un amante mediocre pero tuyo, a un ardiente latin lover para compartir. ¡Imagina qué horror si otra se lleva las patas y a ti te toca la pechuga!. Como último recurso, si tu amante no aprende nada, puedes agradecer haber nacido en estos tiempos donde no tener orgasmos se ha puesto de última moda con el nombre muy fashion de “sexo tántrico”… (¿o era “tan tétrico”?) El cantante Sting lo practica, que horror , ni te lo cruces…. ¡Menos mal que ya te has contactado antes con Antonio Banderas!