miércoles, 9 de septiembre de 2009

Porteñas - (Un relato erótico de Ana von Rebeur, que gusta mucho a los hombres... )


El había llegado ansioso a Buenos Aires. Sus colegas más viajados le habían contado que las mujeres argentinas eran muy bonitas, y que las porteñas tenían una sensualidad fogosa. Esto ya lo había detectado a bordo del avión que lo trajo a Ezeiza: algunas pasajeras brillaban con luz propia. ¿Qué tenían ellas, que las hacía tan especiales? Lo pensó largamente mientras las observaba desde su asiento de pasillo. Todas ellas estaban impecablemente maquilladas. Se vestían sensualmente y no dejaban de tocarse el pelo, como invitando a otro a acariciarlo. Todas lucían anillos y collares, tenían inquietas. Hablaban mucho y apasionadamente, y sus ojos no perdían detalle de lo que había entorno. Una rubia le había sonreído sensual al cruzar su mirada con la de él, y el resto del vuelo lo había apuntado con la punta de su pie, como señalando que lo había elegido. Tuvieron una breve charla junto a la puerta del lavabo, y ella rió mucho con las ocurrencias de él, pero como la pasar dejó en claro que regresaba a Buenos Aires a reunirse con su esposo, pero dejando entrever que estaba dispuesta a volver a verlo. O sea que, casadas y todo, las porteñas coquetean igual. Y él estaba dispuesto a averiguar por qué sucedía esto.
Apenas terminó la reunión de negocios, se fue a caminar por la calle Florida. Vio mujeres hermosísimas, con faldas demasiado cortas para la moda actual, y jerseys demasiado ceñidos para estar cómodas. “Está claro que la argentina prefiere estar atractiva a estar cómoda”, decidió. Las miró a los ojos, y se sorprendió al ver que le sostenían la mirada, desafiantes. Las vio observar zapatos, ropa, cosméticos, lencería, embelesadas ante los escaparates. Nada de la androginia tan de moda en Europa. La profusión de mujeres atractivas era tal, que resolvió ser más selectivo. Siguió brevemente a una rubia de pelo corto y boca pulposa, enfundada en una gabardina color Río de la Plata que dejaba adivinar un culo firme y redondo como una ciruela verde. La invitó con un café. Ella lo miró de arriba abajo y le dio vuelta la cara con desprecio. Sin amilanarse, caminó detrás de una pelirroja de pelo largo y lacio con pechos que desbordaban el escote. Le preguntó si podía caminar con ella y ella aceleró el paso, asustada. Ya llegaba la hora de almorzar, y adivinando que si seguía así almorzaría solo, llamó a su amigo Quique, y le narró la situación: “Quiero ligar con una argentina, pero son muy ariscas”. “Déjalo en mis manos” le dijo Quique, “En veinte minutos te paso a buscar con una amiga” . El no perdió el tiempo, y siguió saludando y piropeando a cuanta mujer atractiva se le cruzó. Todas coqueteaban alevosamente de lejos, hasta el momento en que él las encaraba, y luego huían despavoridas, tal vez asustadas por su propia capacidad de seducción.
Esperó ansiosos a Quique , que llegó con dos muchachas , una rubia de cabellos rizados hasta la cintura y dulcísimos ojos color miel, y otra de carita redonda, largas pestañas negras y cabello ultracorto, que dejaba desnudo un cuello de curvas suaves que movía como en cámara lenta .
El no comprendió bien quién era la rubia, pero supo que la morocha era documentalista de cine, que había viajado varias veces a Europa, y que estaría encantada en volver allí. Apenas pudo escuchar las palabras, porque se obsesionó en observar cómo las decía. Cuando ella hablaba, su boca apenas se abría. Sus palabras salían como susurros entre dos labios llenos y apetitosos, rápidos para la sonrisa que dejaba entrever unos dientes pequeñitos y una lengua apenas rosada. Almorzaron los cuatro apretados en una mesita para dos, algunos bocados árabes que el no pudo casi tragar después de que la morenita de pelo corto le limpiara la salsa de yogurt de su mejilla con un dedo, diciéndole entre risas , “Qué bebé que sos, te ensuciás al comer” , lo que le provocó una erección instantánea. “¿Esta mujer está coqueteando conmigo?”, se preguntó, fascinado. No hizo falta pensarlo demasiado: el muslo se pegó al de él . No: más bien se apretó con fuerza contra él. Ella le clavó sus ojos pardos mientras le ofreció una servilleta. El sujetó en su mano la manito suave que sostenía la servilleta, y ella no hizo ningún ademán de retirarla. Quique seguía conversando animadamente con la rubia, así que él siguió sujetando esa manito. Hubiera sido demasiado complicado preguntarle al amigo por las reglas de etiqueta en un almuerzo improvisado con amigas de él.
Se debatía pensando qué hacer: si tomaba una iniciativa muy directa, tal vez ella se asustaría como todas las argentinas que había abordado en la calle. Si no lo hacía, sería peor: ella pensaría que no estaba interesado. No tenía tiempo que perder...después de todo se quedaría solo cinco días en Buenos Aires. Y ella era la única porteña que no se estaba escapando de su lado. Mientras pensaba esto, se dio cuenta de que aún no había soltado la mano de ella, ni ella la había retirado. Entonces le acarició la pierna con la punta del dedo, por debajo de la mesita minúscula. Y ella apretó su pierna aún más contra la de él. Sintió que el corazón le saltaba en el pecho. No por miedo a ser descubiertos, sino por miedo a estropear todo, a que ella dijera “Basta” , a que se cortara la ilusión por un paso en falso, a que se cortara toda posibilidad por no decidirse a jugar fuerte.
El le puso la mano abierta sobre el muslo, con toda delicadeza. Ella le sonrió y bajó la mirada como diciendo “Sigue...no te detengas”. El se sorprendió al sentir que ella ajaba su manito diminuta, la misma que la había alcanzado la servilleta, para acariciarle la pierna con extrema dulzura, como un hada tocando un arpa. Sintió que una deliciosa ola de calor le llegaba a la cara, y temió que se notara su terrible erección bajo el mantel demasiado corto....
- Bueno, ¿vamos yendo, que todos tenemos que volver a trabajar? – dijo de pronto Quique.
Su voz sonó extraña, como lejana y fuera de lugar. Él y la morena se sobresaltaron, se tomaron la mano debajo la mesa, como diciendo “Esto sigue luego” , y mintieron:
- De acuerdo, vamos yendo.
Ella se levantó y caminó hacia la salida. Él aprovechó para mirarla de cuerpo entero. “Deliciosa”, pensó, encantado de haber estado junto a la argentina más bonita. Comprobó que se deshacía de deseos por esa mujercita de manos pequeñas y andar grácil. Salieron las dos chicas adelante, mientras que los hombres caminaron detrás. Le iba a contar a Quique lo feliz que se sentía por esa pequeña aventura, lo agradecido que estaba de que le hubiera presentado a esa dulzura de mujer y la impaciencia que tenía por seguir la historia...Pero Quique, como buen porteño, habló primero:
- Tenés suerte, macho – le dijo- La rubia está muerta con vos, y a mi mujer le caíste re-bien. Cómo te envidio... ¡las porteñas se derriten por los extranjeros!

viernes, 4 de septiembre de 2009

Hombres de todas edades


La buena noticia es que la vida siempre te da oportunidades. Y mientras perdiste la juventud esperando el Amor de tu Vida, fuiste creciendo . Y aunque el Amor de tu Vida nunca haya llegado, con la edad se te va ampliando la cantidad de hombres con los que podrías tener un romance Entonces, en vez de tener un solo Amor de la Vida ….¡ podrás tener muchos, y de todas las edades!
Después de los 30 años la cantidad de candidatos masculinos a nuestra disposición, se amplía enormemente.
Es mejor crecer
Cuando teníamos 20 años, los de más de 25 nos parecían viejos
El abanico de posibilidades masculinas se nos dispara como un torpedo...
Los jovencitos fantasean con nosotras,
Todos ganarían con el destape: los varones a quienes siempre les gustaron las maduras harían realidad sus sueños edípicos, y nosotras ganamos ampliando nuestro espectro de elección.
Históricamente las mujeres salieron con hombres mayores que ellas, porque ellas maduran antes, ellos después y por eso les lleva más tiempo hacer algún dinero que nos prometa una calidad de vida interesante a su lado. Nos atrajeron siempre los hombres mayores porque buscábamos hombres independientes y mentalmente maduros .Con el tiempo, las mujeres descubrimos que los años cronológicos de un hombre no son ninguna garantía de madurez mental. Por eso, la idea de noviar con jovencitos nos empezó a parecer algo posible.
Salir con un hombre más joven tiene varios atractivos:
- Nos reencontramos en la cama con alguien que aún tienen un cuerpo fibroso y ágil, justo en la etapa en que los cuerpos de nuestros coetáneos cobran la consistencia de la gelatina.
- Tenemos a alguien cuyas imperiosas urgencias sexuales nos hacen sentir como una irresistible bomba sexual. Aunque a veces esas urgencias se deben más a las hormonas de ellos que a nuestros atractivos. ¡Pero ese riesgo también existía cuando teníamos 18 años!
- Volvemos a revivir nuestros años de juventud estando con alguien terriblemente joven.

Ahora bien, si vamos a contar la verdad, es que los hombres jóvenes pecan, justamente, de portación de juventud. Nos cautivan, se entusiasman, nos adoran, nos seducen, nos juran amor eterno y un buen día demuestran que han llenado nuestra vida de magia: como buenos magos, nos echan unos polvos y desaparecen.
Su exceso de entusiasmo dura todo el tiempo en que salgas con él, en el sentido estricto de la palabra. Cuando luego de un tiempo de salidas, empiezas a desear entrar con él, la cosa se complica, y el chico se asusta. Porque él te quiere para estar afuera, o en la cama, sin términos medios. Nada de cumpleaños de amigos, almuerzos familiares ni bautismos de la ahijada.
Es el momento en que una empieza a perseguirse con preguntas absurdas: “¿Qué hice mal? ¿ Lo presioné demasiado?¿ Se contracturó la espalda al colgarme los estantes?”
Nada de lo que imagines es la verdadera razón de su huida estrepitosa.
La causa del fin de un sueño que duró poco es que él sólo quería pasarla bien, tener un lindo romance, robarte unos compacts, pedirte que le salgas de garante para una hipoteca... y basta.
Tal vez empezó a pensar demasiado en ti, creyó enamorarse de veras... y no se sintió emocionalmente preparado para cumplir con tus expectativas de “novio formal”.
Pero eso tampoco es consecuencia de salir con uno de 20... ¡todo eso mismo te puede pasar con uno de 50!
El mundo está lleno de vejetes que tampoco se sienten emocionalmente maduros para pasar a cierto nivel de permanencia y compromiso. Y encima, sexualmente son mucho menos efectivos.
Pero también está lleno de vejetes que querrían estar contigo.
Sólo es cuestión de mostrarse accesible, tratar de conocerlos de a poco y con cautela , no pedirles que te cuelguen las alacenas en el primer día de salida, y no ponerte sola porque cada tanto coquetee con alguna de su edad . Demi Moore sabe muy bien que cualquier muchachita le quitaría con gusto al guapo de Ashton Kutchner …¡pero él está con ella!
A medida que creces, tienes más hombres disponibles . Los jóvenes te harán sentir más joven y los mayores también, pues junto a un hombre grande siempre serás tú la jovencita.
Lo bueno de cumplir años es que todos los hombres del planeta están ahí para una: los mayores, los menores, los de tu edad, y los de la edad de tu hijo. A los 20 no te atraían los de 50, que luego sí te interesan. Y te puedes enredar con uno de 20, siempre y cuando uses buenas cortinas en la ventana donde entra el sol y luces bajas en tu habitación. Eso sí: nunca le digas que te duele la cabeza... Pero... ¿ cómo imaginar que te pueda doler?

Con el tiempo una mujer ve cosas en los demás que una de 20 no puede ver. Así como antes una tenía que hacer un esfuerzo para tratar de conformarse con uno que no era igual a Alain Delon, ahora tiene que hacer un esfuerzo para no caer en los brazos de cada sujeto que la mire dulcemente a los ojos.
Lo mejor es que te sientes más segura de ti misma, y por eso es más difícil que ye lastimen. Y como es más difícil que te lastimen, le pierdes el miedo a los hombres., Y como les pierdes el miedo, los amas más .
¿ Estás por cumplir años? No te deprimas, que viene lo mejor : hombres de TODAS las edades.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Golosos en la cama : para comerte mejor


“La mayoría de las mujeres creen que su pareja es el mayor amante del mundo, solo que aún no lo han pescado siéndolo.”

Andá a lavar los platos
La mujer de este siglo, sólo se tiene tiempo para hacer una cosa a la vez. : trabajar o estudiar. Pero como la mayoría hacen ambas cosas, apenas tienen algunos minutos libres en el día como para tumbarse agotada frente al televisor a ver bodrios cuando llega a su casa. De comer, ni hablar. A veces el cansancio acaba hasta con el hambre. Y si no nos dan las fuerzas para comer, menos aún las tenemos para cocinar.
¿Hacer el amor? Pasadas las vacaciones, es una utopía tan distante como la de que George Clooney nos golpee la puerta de casa con un ramo de rosas en la mano. Cuando no hay energías para nada, las pocas que quedan hay que saber distribuirlas y focalizarlas. Cuando tenemos un rato libre un viernes a la noche…¿Nos ponemos a cocinar calamares rellenos con dos salsas distintas en vez de acurrucarnos en la cama con nuestro maridito? No, porque para cuando terminamos de picar cebolla, rallar queso, freír verdura, batir huevos, revolver ollas, poner la mesa, servir a todos, lavar platos y utensilios y guardar todo nuevamente en su lugar, de lo único que nos quedan ganas es de roncar a pata suelta. Y eso, suponiendo que los calamares no se hayan enroscado en nuestro hígado.
Con esto queda demostrado que la comida es la primer enemiga del sexo. En los escasos minutos libres semanales que tiene una pareja que trabaja, sólo se puede hacer una de las dos cosas: la comida o el amor.
No hay tiempo material para ambas, considerando que hacer el amor como la gente es una tarea laboriosa que lleva casi tanto tiempo como rellenar calamares.



¿Besitos o escalopes?

Comer afuera tampoco logra que la alimentación no anule la intimidad.
Sean matrimonios, parejas de solteros, amantes,
o novios formales, para todos vale lo mismo: o hacen el amor , o van a comer afuera. Las dos cosas no se pueden hacer, porque seguramente una de las dos saldrá mal
Veamos por qué; si deciden cenar primero, entre que eligen restaurante, mesa y menú, esperan que los sirvan, comen, esperan que el mozo los atienda, piden e! postre, esperan otra vez, piden el café, esperan nuevamente, piden la cuenta, pagan, esperan el vuelto …se les va el único tiempo libre que tenían para hacer el amor .
Se les fue la noche, y encima están pesados, cansados, embotados por el vino, y con ganas de ir a la cama…para dormir como troncos. Comer o no comer, esa es la cuestión. ¿Qué hacer entonces? Simplemente, cuando se ama no se come, y viceversa.
Dicen los expertos en finanzas que a los almuerzos de negocios hay que ir ligeros de estómago, con el mayor hambre posible, pedir platos pesados y mucho vino para la persona con la que tenemos que cerrar trato, e incitarlo a comer mucho mientras nosotros nos limitamos a mordisquear lechuga . Para cuando llegue la hora del café y de firmar papeles, el otro estará abotagado y con ganas de dormir la siesta. Habrá perdido su impulso asesino, y firmará todo alegremente, sin leer la letra chica del contrato. Pero como uno sigue con hambre y con la adrenalina a tope para obtener algo que se la quite, estará más alerta y ambicioso, y cerrará el negocio para su propia conveniencia. O sea que el hambriento se porta como un lobo y el satisfecho, como una oveja. Y gana el hambriento.
Con el hambre sexual sucede lo mismo. De hecho, a veces el sexo suplanta al guiso, cuando este escasea. Uno está más dispuesto a cazar a su presa sexual, seducirla y conquistarla cuando tiene hambre que cuando está satisfecho. Intentá hacer el amor con un hombre que comió demasiado: será casi imposible, porque preferirá dormir. ( Bueno en honor a la verdad , el que comió poco también) De hecho, el exceso de alcohol en las comidas disminuye la posibilidad de las erecciones y aleja la posibilidad del orgasmo, hasta llevarlo al terreno de lo imposible.
En esto hay que tomar una decisión: o comemos, olvidando todo nuestro deseo sexual y poniendo toda nuestra libido en un lomo a la Eduardo VI con papas noisette, o hacemos el amor con la panza vacía, poniendo la libido en el lomo de nuestro acompañante. De todos modos, ésa también es una manera de saciar las ganas de carne.
Pero lo que definitivamente no se puede hacer, es ser un ama de casa de las que esperan al maridito con la comida hecha y caliente, y a la vez una de las que lo esperan desnudas y calientes en la cama deshecha. Hay que elegir: o pasar un poco de hambre y que el perfume de ella y el olor de la piel de él los una en un largo beso, o acostarse con la panza llena y que el olor a frito y el aliento a cebolla de ambos tos aleje a los extremos opuestos de la cama.


Para chuparse los dedos


Ante la posibilidad de que la mayoría de los lectores prefieran los placeres de la cama a los placeres de la mesa -cosa que creo posible, ya que un amigo me confesó que lo mejor de la vida es el orgasmo, seguido en segundo puesto por el chocolate belga o el dulce de leche argentino comido a cucharadas-, puedo sugerir un par de soluciones como para reponer energías y hacer el amor a la vez, sin bajar veinte kilos en un mes ni sobresaltarse ante los rugidos estentóreos del estómago vacío del compañero en la quietud de la noche.
Lo ideal es comer algo que no interrumpa el clima de romanticismo.
Para ello, hay que tener bien a mano bocados ricos en calorías -para recuperar la energía perdida- que se puedan comer fácilmente (NO a la comida china con palitos, ni a los mejillones con cáscara), y que no impliquen tener que lavar pilas de ollas, platos y sartenes grasientos apenas se sale del éxtasis.
Tiene que ser algo que se sirva y coma rápido para no arruinar el ambiente de seducción pelando, picando y friendo cosas en la cocina, donde los perfumes distan mucho de ser de Paco Rabanne y son más de rábano, a secas. Además, dentro de la cocina, uno se arriesga a que las frases más sexy que se puedan intercambiar sean “ ¿Dónde metiste el pelapapas?” , "Esta cebolla está podrida” o "¡Caray, me corté un dedo!", cosa que no ayuda a aumentar el clima erótico.
Los platos sensuales deben ser algo pasible de degustar en la cama, con los cuerpos ensamblados, chupándose los dedos entre las sábanas . No deben ser platos enchastrosos que nos obliguen a salir de la cama corriendo a lavarse las manos. Ya se sabe lo peligrosas que son estas salidas abruptas del lecho de amor, que jamás garantizan el regreso del compañero, dado que éste puede aprovechar la retirada para hacer una llamada telefónica o mirar cómo va el partido por televisión. Estas escapadas sí son la muerte segura del momento romántico, ya que dan por terminado el encuentro carnal y ocasionan no poco resentimiento en quien se quedó esperando en la cama con el bocado en la mano.
Otro detalle que hay que tener en cuenta a la hora de comer en el lecho, es que el alimento elegido no produzca un aliento muy fuerte, cosa que también da por tierra con los espíritus más fervorosos.
, Igualmente hay que recordar que no es en absoluto conveniente optar por sustancias alimenticias que dejen migas desparramadas por la cama, que molestan, pinchan y no dejan pensar en otra cosa que no sea “Esperá que la sacudo” , "Me pincha algo en la espalda" o "¿Por qué cuernos se te ocurrió comer papas fritas?" .
Las comidas sexy no deben servirse calientes, porque si se queman !a lengua los amantes perderán sensibilidad en ella por el resto del tiempo compartido. O lo que es peor, se quejarán toda la noche…y ya sabemos que la queja es el mayor enemigo del erotismo.
En lo posible, el alimento debe estar previamente cortado, cosa de no tener que portar filosas armas blancas en la cama frente a la vulnerable desnudez de nuestro compañero, cosa que le llenaría de zozobra. La zozobra también atenta contra la intimidad.
Tampoco deben consumirse alimentos de los que dejan antiestéticas hilachitas y restos visibles en los intersticios dentales, por lo que quedan descartados el pollo, la carne asada, los choclos, la lechuga, las espinacas, la rúcula y las acelgas.¿ Qué fantasía sexual resiste la visión de una lechuguita entre los dientes de nuestro amante?
Como vemos, el pobre erotismo tiene más enemigos que aliados.
Veamos si le encontramos algún amigo para que no muerta en el primer intento de alimentarse de a dos.


Miguitas en la cama
Hagamos un poco de historia: ¿cuál fue el período más sexy de la historia de la humanidad? Sin duda, fue la época del Imperio Romano. Este etapa es famosa hasta hoy por su decadencia, sus perversiones, sus emperadores degenerados (Calígula y toda la cría), sus casas de masaje clamadas eufemísticamente "Termas de Caracalla" y sus pinturas eróticas en la Villa de los Misterios de Herculano, cerca de Pompeya.
¿Y qué comía esta gente de tanta experiencia sexual? ¿Cómo que no sabes? ¿No has visto los clásicos del cine romanos "Quo Vadis" o "El manto sagrado", o "Cleopatra", con Elizabeth Taylor? Como muchos mosaicos de la época lo atestiguan,los romanos se convidaban uvas mutuamente, apuntando el racimo a la boquita entreabierta del amante hambriento. Hay excitación, lujuria y voluptuosidad en torno al hecho de una boca entreabierta esperando una jugosa uva, que ya fue explotado en la película "Nueve Semanas y Media" con un éxito de taquilla que indica que los romanos no estaban para nada equivocados. Los romanos comían acostados, apoyados sobre un codo y rodeados de almohadones. NO lo hacían así porque fuera más cómodo que sentarse a una mesa, sino porque es tan difícil comer así , que obligaban a su sequito de esclavos a zumbarles alrededor llenándoles las copas, cortando bocados y dándoselos casi en la boca. Era una manera detentar el poder y obligar al siervo a ser servil. En el sexo también hay mucho poder y servilismo. Todo amante se tumba en la cama para hacerle algo al otro, pero también con toda la expectativa de esperar a ver “qué me haces tú” , con qué me sorprenderás. De hecho, las técnicas de bondage (vendarse los ojos y atar las manos del amante) no suponen someter al otro como a un esclavo, sino, por el contrario, ser quien tiene ojos abiertos y manos libre el esclavo del que está inmovilizado. A ese que poco puede hacer le tendrás que hacer todo, y su placer residirá en no hacer nada de nada, y limitarse a sentir placer, como un emperador romano al que le dan las uvas en la boca. Así que ya lo sabéis: conseguid uvas jugosas. Cuando el frutero de la esquina note que te estás poniendo pesado eligiendo las mejores uvas, todo el vecindario sabrá que estás mejorando tu vida sexual.
Le sigue en el ranking, y de cerca, un alimento también italiano, pero más actual en el tiempo, que es el helado. El helado es algo que deleita a todo el mundo, se come fácil porque parece sólido, y se desliza sensualmente por la garganta. El tema de convidarse chupaditas nos da, además, tema de conversación y entretenimiento para rato. El único problema reside en que es algo que chorrea cuando se empieza a derretir. Y a nadie le gusta revolcarse sobre una mancha de chocolate con pasas al rhum, salvo que las moscas tomen parte del juego erótico. Esto se soluciona sacándolo bien durito de la heladera y devorándolo con celeridad. Y teniendo servilletas y repasadores a mano, por las dudas.


Pizza de chocolate


Tercero en el ranking sigue el chocolate, que para muchos es el primero. El nombre científico de la semilla que le da origen en Teobroma Cacao, que significa “ Alimento de los dioses” . Es un alimento sensual, que se desliza por la boca con textura aterciopelada, baja por la garganta con calidez, mejora el aliento y promueve las ganas de besarse, porque pocas cosas son más agradables que saborear una boca chocolatosa . Además, tiene los elementos químicos que se hallan en las hormonas que segrega nuestro cerebro cuando estamos enamorados, y nos estimula a enamorarnos más aún de la persona que nos da esa dulce masa suiza entre los labios. No es casual que los enamorados regalen chocolates, o que nos arrojemos a un Toblerone de medio kilo cuando sufrimos penas de amor .
Para quienes no sois amantes de los dulces, una buena pizza de muzzarella puede ser un deleite en la cama siempre y cuando hayáis entrado en tal nivel de confianza que los hilos de queso derretido sena un motivo de hilaridad y no de bochorno porque se te pegan en el pelo o los bigotes.
Claro que estoy dando por sentado que si te llevas a alguien a la cama será una persona con la que puedas reírte de los hilos de muzzarella, no alguien para quien esto sea un fastidio, una vergüenza o se enfade porque a ti te ha tocado más queso en la porción que a él. Es más: un corolario para el buen sexo sería justamente “Jamás te acuestes con alguien con quien no puedas comer una pizza en la cama”.
Las mejores relaciones se dan entre personas que resisten el hecho poco erótico de buscar una aceituna que cayó detrás de la cama, encontrar el palmito dentro de la almohada o buscar una anchoa dentro de un zapato.
Si en vez de divertirse, se sienten incómodos con esto, no cambies de menú : cambiá de amante.Porque lo que más importa es que estés con alguien que te haga agua la boca.

Tenemos poco tiempo en la vida, así que hay que elegir qué se hace primero: la comida o el amor. No hay tiempo para las dos cosas, ni aunque salgas a comer afuera . entre que se elige restaurante, mesa y menú, esperan que los sirvan, comen, esperan que el mozo los atienda, piden el postre, esperan otra vez, piden el café, esperan nuevamente, piden la cuenta, pagan, esperan el vuelto …se les va el único tiempo libre que tenían para hacer el amor . Se les fue la noche, y encima están pesados, cansados, embotados por el vino y con ganas de ir a la cama, pero para dormir como troncos. Comer o no comer, esa es la cuestión. ¿Qué hacer entonces? Simplemente, cuando se ama no se come, y viceversa.
A veces el sexo suplanta la comida cuando ésta escasea.
Uno está más dispuesto a cazar a su presa sexual, seducirla y conquistarla cuando tiene hambre que cuando está satisfecho. Intenta hacer el amor con un hombre que comió demasiado: será casi imposible, porque él preferirá dormir.
Para matar dos pájaros de un tiro, comer en la cama es algo que no interrumpe el clima de romanticismo.
Pero no cualquier comida es comida sensual. La comida de cama debe tratarse de bocados ricos que se puedan comer fácilmente .No deben ser platos enchastrosos ni deben dejar migas, ni mal aliento.
¿ Entonces qué comemos en la cama?
Hagamos un poco de historia: ¿cuál fue el período más sexy de la historia de la humanidad? Sin duda, fue la época del Imperio Romano. Este etapa es famosa hasta hoy por su decadencia, sus perversiones, sus emperadores degenerados (Calígula y toda la cría), sus casas de masaje y sus pinturas eróticas
¿Y qué comía esta gente de tanta experiencia sexual?
Uvas que se desgranaban y se ponían sensualmente en la boca del amado. O sea que la comida sensual es la que se come sin cucharas, de mano a boca.
La comida sexy por excelencia es el helado y el chocolate, que es el alimento de lod dioses y nos llena la boca de ganas de besar .
La pizza es otro deleite de cama. Es más, yo diría: “Jamás te acuestes con alguien con quien no puedas comer una pizza en la cama”. Las mejores relaciones se dan entre personas que resisten el hecho poco erótico de buscar una aceituna que cayó detrás de la cama, o buscar una anchoa dentro de un zapato.
Si en vez de divertirse, se sienten incómodos con esto, no cambies de menú : cambiá de amante.
Finalmente, la comida importa poco en la cama . Lo que importa es que aquel con quien estés... te haga agua la boca.

Hay que abrazarse más


Estar con un hombre implica tener la capacidad de saber comunicarse sin palabras, como hacen ellos. Porque si les pides que te hablen , te responden "¿De que quieres que te hable?" , lo que es irritante , y corta toda comunicación. Claro que no es muy elegante pedirle a nadie que te hable, pero , ¿ de que otro modo te entertienes con otro ser humano, que si fuera por el , tesometeria a un silencio de 10 horas, solamente interrumpido por bostezos?
Los hombres no hablan , para desgracia de las mujeres ...
Ellos no te dicen “soy feliz”, sino que dicen “¡Ahhhhhhh!” mientras se tumban en un sofá.
No se ofenden: dicen “Uf”.
No te dicen que te aprecian; te guiñan el ojo.
No te dicen que estás bonita: te lanzan un silbido.
No te dicen que están deprimidos u ofendidos: se duermen.
Y si se conmueven, te abrazan.
Nadie le presta mucha atención a los abrazos, pero los abrazos tienen el poder de convertir un mal día en un día luminoso. Los abrazos salen del corazón. Un beso, un apretón de manos o una sonrisa se pueden fingir… ¡pero es muy difícil fingir un abrazo! Alguien podrá decirnos “¿Quien te dio permiso para darme un beso?”, pero es mucho más raro que alguien nos diga “¿Quién te dio permiso para abrazarme?”. Porque un abrazo siempre sienta bien. No es una demanda sexual, como puede ser un ambivalente beso, sino una señal de afecto personal puro. Siempre es lindo que te abracen.
Tengo la impresión de que si las mujeres van tan seguido a la peluquería, al gimnasio y a la masajista, no es porque quieran tener el pelo en perfectas condiciones ni la piel tonificada, sino porque no tienen quién las abrace, Al menos éstos profesionales las tocan (¡y hasta les cobran por hacerlo!). Muchos jóvenes tienen un debut sexual precoz no por sus urgencias sexuales sino porque necesitaban que alguien los abrace”.
Y si miramos al reino animal, ellos no paran de abrazarse: el elefante engancha su trompa en el de adelante o el de atrás, y leones, gorilas y focas andan siempre unos encima de los otros, abrazándose y toqueteándose para reafirmar su identidad, su seguridad y su autoestima. Estar pegoteados significa sobrevivir, porque los depredadores buscan a los solitarios rezagados. Estar juntos da una sensación de bienestar.
Del mismo modo, un hombre se siente mejor si lo abrazas, o al menos lo tomas del brazo andando por la calle. Hay investigaciones que demostraron que después de un abrazo de 20 segundos, el cerebro segrega una hormona llamada oxitocina que nos hace sentir intensamente ligados a quien nos abrazó. Así que basta un abrazo de 20 segundos para que todo ande bien en la pareja. Aunque él – como todo hombre - no pueda definir bien qué es.